lunes, 13 de septiembre de 2010

EL TRABAJO DEPENDIENTE

EL TRABAJO DEPENDIENTE

Autor: Manuel Luis Rodriguez Uribe
(Introducción hacia una nueva) crítica de la economía política” a la vez como una suerte de modesto homenaje a “El Capital” que Marx subtituló “Crítica de la economía política“, y como una provocación intelectual a interrogarnos críticamente acerca de una de las categorías fundamentales del pensamiento socialista.

Probablemente tenga mucho sentido afirmar que todas las categorías conceptuales que nos permitían comprender y analizar el trabajo en el orden económico, están siendo cuestionadas por realidades y procesos tecnológicos de alcance mundial y de repercusión cotidiana. El capitalismo contemporáneo en su versión neoliberal y globalizada, ha empujado al trabajo hacia la precarización extrema, hacia la flexibilización extrema, hacia la deslocalización extrema y hacia la explotación extrema, haciendole producir más utilidades y plusvalía al capital, como nunca antes en la historia económica y social moderna.

En la vida cotidiana de millones y millones de seres humanos, el trabajo se vive como una maldición, como un castigo diario, como un mal ineludible y obligatorio, como una fuente inevitable de estres, de enfermedades, de conflictos, de miedos, de incertidumbres, aunque tambien muchos terminen disfrutándolo, apaciguados por la creencia que mejorará…

¿Llegaremos algún día a lograr que el trabajo nos provoque felicidad, o ésta categoría de análisis no cabe en las Ciencias Sociales o en la Economía? Mientras ello suceda, hoy cualquier “mortal” puede constatar prácticamente que su trabajo permite y hace posible la acumulación y el enriquecimiento escandaloso de unos pocos, a costa del esfuerzo de muchos.

Si Marx hablaba de la “acumulación originaria del capital” en el tomo I de El Capital por allá por 1867, o sea en medio de la emergencia del capitalismo británico a la categoría de potencia mundial e imperial en el siglo xix, hoy podemos hablar de la “acumulación extrema del capital” para dar cuenta de la actual fase globalizada de este modelo de desarrollo.

Ahora, la productividad del trabajo se relaciona y se hace depender de la rentabilidad de las inversiones, incluso de la inversión en “capital humano”, versión edulcorada de la compraventa de fuerza de trabajo. El objetivo final sigue siendo el mismo de entonces: disminuir al máximo posible el costo de la mano de obra (y de la inteligencia invertida en el trabajo), obtener el máximo de producción y de productividad, todo en beneficio de una rentabilidad mayor.

Así como la producción de mercancías es el punto de partida del capital, la producción de riqueza es el punto de llegada del trabajo.

De este modo, todas las claves conceptuales del evangelio neoliberal y economicista: el emprendimiento, la apertura a las inversiones, las estrategias competitivas, las ventajas competitivas y comparativas, la calidad y la innovación, la eficiencia y el desempeño, el libre juego de la oferta y la demanda, la conquista de los mercados y los territorios, el mito de que todos podemos ser emprendedores, la distribución de la riqueza y las inequidades, la globalización de los intercambios, los nichos de mercado, el curso de las bolsas de valores, los requisitos del crecimiento y las políticas de desarrollo, dependen y se hacen depender en última instancia de un modelo conceptual e ideológico del trabajo y de empleo construido sobre la base de la desregulación, la individualización, la precarización y la flexibilización del trabajo-empleo en nombre del imperativo superior de la rentabilidad corporativa.

El trabajo contiene en sí una serie de dimensiones económicas, sociales, culturales, subjetivas y políticas, que deben ser repensadas a la luz de los formidables cambios introducidos por las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones y por la tendencia hacia la globalización de los intercambios, desde los últimos decenios del siglo xx.

El trabajo, en la concepción propuesta por Marx, es la base de la vida y de la sociedad, es un categoría que podemos discernir por su valor de uso, por su valor de cambio, por el proceso material que implica, por el producto que resulta, pero no encontramos exactamente en Marx una definición explícita de qué entendemos por trabajo.

Están en la extensa obra de Marx definiciones del trabajo concreto, del trabajo social, del trabajo abstracto, del rol del trabajo en la constitución de la especie humana, del trabajo privado en contradicción con el trabajo social, el trabajo simple, el trabajo complejo, la jornada de trabajo, la intensidad y productividad del trabajo, pero buscamos una definición genérica del trabajo desde esta perspectiva.

Tenemos derecho a preguntarnos tanto por el trabajo emancipado (que emerge en las economías globalizadas) como por el trabajo dependiente (o asalariado en términos marxianos) a la hora de la implosión de todas las categorías productivas.

Este ensayo (el ensayo como método de búsqueda, de cuestionamiento y de creación) aborda la problemática del trabajo en la sociedad contemporánea, desde una perspectiva crítica y propositiva, recogiendo y poniendo en tensión algunas categorías del marxismo clásico y proponiendo nuevas pistas de reflexión.

En el ruidoso festín ideológico del capitalismo triunfante en el ultimo decenio del siglo XX, algunos llegaron a anunciar el fin de la era del trabajo (e incluso el fin de la historia), y declararon su desaparición como actividad y como categoría. He aquí sin embargo que la historia que ellos clausuraron y el trabajo que ellos han convertido en otro producto subsidiario, gozan de buena salud. Es en este contexto, el del trabajo y su centralidad en la vida social y económica de las personas, los grupos, las comunidades y los territorios, que constatamos que el capitalismo no solo es un modo específico e histórico de desarrollo sino tambien un modo específico de subdesarrollo y de subordinación.

FORMULACIONES

Veamos el concepto clásico de trabajo en Marx.

Se define el trabajo como el proceso que se efectúa entre los hombres y la naturaleza y en el cual, los hombres -valiéndose de los instrumentos de trabajo, y mediante su actividad dirigida a un fin– modifican los objetos de la naturaleza de modo que con éstos puedan satisfacer sus necesidades.

El proceso de trabajo abarca tres aspectos: 1) la actividad del hombre dirigida a un fin, o sea, el trabajo mismo, 2) el objeto de trabajo, y 3) los medios de trabajo con que el hombre actúa sobre dicho objeto. El trabajo es la condición primera y fundamental de la existencia humana. Gracias al trabajo el hombre se separó del mundo animal, empezó a elaborar instrumentos de producción y pudo desarrollar sus facultades, determinantes del ulterior proceso del desarrollo social. En el proceso de trabajo, los hombres al obtener los medios de subsistencia entran en determinadas relaciones unos con otros: las relaciones de producción.

El carácter del trabajo y la forma en que la fuerza de trabajo humana se une con los medios de producción dependen del modo de producción dominante.

RE – DEFINICIONES

Desde una perspectiva marxista y desde el siglo xxi, interrogarnos por el trabajo, supone cuestionar en primer lugar el rol que el trabajo tiene al interior del modelo capitalista de desarrollo y en particular de su actual fase neoliberal y globalizada. Hasta el día de hoy no ha sido posible desprender al trabajo, como actividad práctica y cognitiva, de su relación dependiente con la empresa y el capital. Pero, ¿es posible el trabajo sin una organización empresarial y lucrativa que lo explote,y que lo transforme en valor de cambio en la esfera económica?

El contexto y la tendencia profunda fundamental que parece caracterizar al desarrollo contemporáneo, es la orientación hacia la globalización o mundialización de los intercambios y de los flujos económicos. La globalización es el contexto general de evolución capitalista en el mundo, dentro de la que el trabajo se encuentra sometido a transformaciones significativas.

Pero, la globalización no es un destino ineluctable, ni es solamente un modo de organización de la economía y del sistema-planeta: es tambien una ideología que se autojustifica, es una ideología occidental e imperial (en el sentido conceptual y geopolítico del término), es un patrón de referencia conceptual que impone (o pretende imponer) una perspectiva única, absoluta y excluyente de todo el proceso económico, de la sociedad, del Estado y que configura un concepto de trabajo.

Aproximemonos a una tentativa de definición.

En primer lugar, puede entenderse y proponemos que el trabajo es la actividad humana creativa de intervención y transformación de la materia, de la naturaleza y del conocimiento. Aquí sugerimos que en cuanto actividad humana (no hemos definido aún su rango social o individual), supone intervenir la realidad, la materia, la naturaleza y el conocimiento y transformarlos. El caracter fundamental del trabajo, en toda sociedad, en todo modo de organización de la economía, es el de constituir una actividad transformadora, una práctica y una cultura (la cultura del trabajo que identifica a grupos y clases sociales, pero también a localidades y territorios) dirigidas a producir cambios en la realidad y en la sociedad.

Medinte el uso combinado de la fuerza física, de la inteligencia, de la destreza, de la información y del conocimiento (conocimiento práctico, conocimiento sabiduría, conocimiento procedimental, experiencia acumulada, conocimiento innovador…) el trabajo modifica la naturaleza, transforma la materia y los recursos naturales e introduce nuevos materiales, nuevos bienes, nuevos datos en la economía y en la realidad.

Avancemos otro paso.

Definimos también que el trabajo es la fuente creadora de la riqueza y del capital. Esta noción parece sospechosamente olvidada en el presente. Aun en las condiciones del capitalismo financiero contemporáneo y sus derivaciones especulativas, en su orígen y en su constitución primaria el capital (y la riqueza material y económica que implica) encuentra su orígen primigenio en el trabajo, es decir, en la actividad humana organizada que creó esa riqueza transformando la materia, la naturaleza o el conocimiento.

Cuando avanzamos la reflexión en dirección del lugar del trabajo en la vida de los individuos, constatamos que el trabajo es el principio práctico del conocimiento y de la experiencia. Los individuos estructuran gran parte de su cotidianeidad y de sus propios imaginarios sociales, culturales e identitarios, a partir de la actividad productiva que implica el trabajo.

Una cuarta aproximación posible plantea que el trabajo es la praxis organizada (individual y/o colectiva) que crea, modifica y transforma la realidad humana, la realidad social y la realidad económica en particular. Frente a la función utilitaria del trabajo en el contexto del régimen capitalista de producción, es posible pensar el trabajo desde otra perspectiva, la que subraya la potencialidad transformadora de la actividad laboral, tanto en su dimensión social y socio-cultural como en su dimensión estrictamente económica.

MUTACIONES

En el curso de las transformaciones desencadenadas por el capitalismo globalizado a fines del siglo xx, el trabajo es la dimensión socio-económica que ha experimentado las mutaciones más profundas y diversas.

Asistimos a la implosión gradual y progresiva del trabajo como forma de actividad productiva centralizada, propia de la economía industrial y de masas del siglo xix y xx (Toffler), y al mismo tiempo que ingresamos a un modo capitalista de producción globalizado, presenciamos cambios en el modo de organización, de realización, de localización, de remuneración y de acceso al trabajo.

Se modifica la relación entre el trabajo humano y la maquinaria, al hacerlo más dependiente e incluso más subordinado respecto de la introducción, adopción y adaptación de las nuevas tecnologías a los procesos productivos. La deslocalización del trabajo y la producción genera nuevas formas de explotación y aprovechamiento del trabajo esclavizado, del subcontrato, del tele-trabajo, la precarización del trabajo y del empleo, el surgimiento del trabajo informacional conduce hacia un capitalismo informacional, al mismo tiempo que el trabajo precario genera nuevas formas de explotación económica, social y cultural.

La deslocalización o desterritorialización del trabajo, en una economía global, hace posible que la cadena productiva (concebida hasta hoy en términos clásicos o fordistas, centralizados y localizados) se disemine en distintos lugares, regiones, ciudades o países posibilitando una explotación segmentada y desnacionalizada de las distintas fuerzas de trabajo involucradas. La globalización del trabajo, no solo favorece la circulación geográfica (abierta y subrepticia) de la mano de obra a través de las fronteras nacionales y continentales (piénsese en los trabajadores embarcados en las flotas pesqueras o en los cruceros turísticos que circulan por mares internacionales), sino que induce también la formación de nuevos bolsones de trabajo precario, esta vez de carácter transnacional.

El impacto migratorio que producen las nuevas formas de trabajo, son objeto de nuevos análisis críticos, al generar situaciones de indefensión y precariedad material, social, étnica, cultural y política para muchos trabajadores que, impulsados por el desempleo o por las expectativas, atraviesan fronteras en busca de condiciones laborales mejores, incluso a partir de aceptar condiciones laborales infrahumanas en un primer momento de la migración.

En una economía globalizada el trabajo se separa aún más de su producto final (bien material o servicio), redoblando adicionalmente la alienación entre el trabajador o productor y la mercancía que resulta de su trabajo.

El trabajo ha devenido en la economía capitalista globalizada, un nuevo factor de discriminación, de segmentación, de segregación, de oligarquización de la actividad productiva y de las estructuras corporativas. Nuevos contingentes de profesionales y especialistas (ascensionales y aspiracionales en su ideología y en su trayectoria) ocupan los niveles ejecutivos de la pirámide organizacional de empresas y servicios, dejando en el camino a segmentos laborales desfavorecidos, precarizados, atomizados, subordinados y alienados.

El trabajo conforme a metas por cumplir, la aplicación masiva de criterios mercantilistas de evaluación de desempeño, constituyen también nuevas modalidades de precarización y flexibilización del orden laboral, en nombre de los conceptos de calidad, de servicio volcado al cliente y de eficiencia productiva. Al mismo tiempo, la extensión de la jornada de trabajo (desde 10 y más horas de trabajo) han terminado casi en todo el mundo con la tradición de las 8 horas, alcanzada por los movimientos obreros durante la primera mitad del siglo xx: ahora -en el marco del actual capitalismo neoliberal- se ha realizado un neto retroceso en las conquistas sociales y se ha flexibilizado el tiempo y la jornada de trabajo, hasta niveles de explotación que recuerdan la primera época del capitalismo.

¿Y el Estado, dónde queda rezagado en este escenario económico y social?

Aquí la biblia neoliberal del pensamiento único, pontifica que la relación entre el trabajador y el empresario es una “relación entre privados” en la que no debe intervenir, de manera que la flexibilización del empleo y del trabajo (adoptada por gobiernos y Estados neoliberales) supone la aplicación de políticas públicas que tengan como finalidad generar condiciones de empleabilidad, pero donde el trabajador es el único, último y solo responsable de su sobrevivencia en la selva mercantil del empleo, y de donde resulta que el Estado (subsidiarizado por la misma ideología política del mercado), se desresponsabiliza de su rol social, promotor y regulador del trabajo.

Así, el trabajo y la relación capital-trabajo, vuelve ser privatizada y sobre-alienada por segunda vez.

PERSPECTIVAS

Diversos autores han puesto de relieve el surgimiento de un capitalismo informacional en los recientes decenios, es decir, de una modalidad específica de desarrollo en que la información, el conocimiento y la comunicación, están deviniendo en el eje articulador de la producción de servicios y de bienes. El trabajo informacional y/o comunicacional constituye el centro de ese modelo de acumulación capitalista, en que el producto del trabajo (intelectual y material a la vez) es más información y más conocimiento puesto a disposición de los públicos mediante las herramientas de la comunicación.

El trabajo informacional-comunicacional produce información, y al mismo tiempo esa información se convierte en conocimiento cuando aquella es proporcionada o transmitida a los públicos destinatarios. Estamos aquí en la esfera de la virtualidad del producto, y en la virtualidad del trabajo, toda vez que el trabajador informacional no produce lo que se llamaría un bien material o tangible, sino un conjunto de saberes, informaciones y datos nuevos, que servirán eventualmente a otros procesos productivos.

Aquí también el valor de uso del trabajo en cuanto fuerza de trabajo y del producto objetivado del trabajo informacional, se somete finalmente a los imperativos del valor de cambio de la información y los conocimientos producidos, en tanto en cuanto toda la actividad informacional e intelectual está ahora regida por las leyes del mercado, de la oferta y la demanda capitalistas.

Otras dimensiones nuevas del trabajo moderno y postmoderno se encuentran en el teletrabajo y el trabajo profesional domestico.

El trabajador sale fisicamente del ambito de la empresa y convierte al hogar domestico en un nuevo espacio laboral. La precarización del empleo y su subordinación alienante continúan: el trabajador rompe con los propios horarios laborales anteriores, trabaja en casa más que en la oficina o en la empresa (aumentando su productividad) y se diluyen las fronteras entre hogar y lugar de trabajo, lo que constituye un ahorro para la empresa, atomizando así ad-infinitum las relaciones laborales y dejando al trabajador absolutamente solo frente a la omnipotencia del supervisor y del empleador.

¿Es de extrañarse que uno de los resultados de estos modelos de desagregación del trabajo, de individualización y deslocalización de la actividad productiva, y de precarización del empleo, sea la crisis del sindicato como herramienta representativa y de lucha de la fuerza laboral?

¿Y del trabajo cooperativo quién se acuerda?

¿No es la lógica cooperativa un componente posible del orden laboral que resulta disonante con las lógicas mercantiles del trabajo-mercancía? ¿No es el trabajo cooperativo una expresión de la posibilidad objetiva e histórica que los productores directos (como dice Marx en el volumen I de El Capital) se independicen del capitalista, en la medida en que ellos pueden “tomar en sus manos” su propio proceso productivo y las unidades productivas, bordeando las experiencias autogestionarias y girando entonces el capital producido, no hacia un propietario individual que monopoliza la ganancia, sino hacia un colectivo que colectiviza esta plusvalía socialmente producida en beneficio de toda la comunidad?

¿Es posible, en ultima instancia, la emancipación del trabajo?

¿Es posible desalienar el trabajo y el trabajador? ¿No podría desaparecer la alienación del trabajo y del trabajador, si éste tuviera en sus manos -como colectivo laboral independiente y unidad productiva- la gestión directa de todo el proceso productivo, y la propiedad inicial y final del producto de su propio trabajo?

¿Es posible emancipar al trabajador en cuanto productor dependiente y subordinado al capital y su representante social, y convertirlo en un trabajador libre y socialmente integrado con sus propias particularidades individuales, que contribuye cooperativamente al progreso y al desarrollo de toda la sociedad, sin perder sino potenciando su identidad, su imaginación y su inteligencia creadora?

En estas condiciones y bajo estos nuevos parámetros, ¿el trabajo emancipado no se convierte así en una poderosa herramienta de poder político, poder social, poder económico y poder cultural?

Pero, ¿no es eso precisamente lo que algunos osados han dado en llamar “socialismo”…?

Manuel Luis Rodríguez U.

REFERENCIAS

Actuel Marx – Intervenciones. Trabajo, explotación flexible y resistencias. Nº 5, 2006. Ediciones LOM.

Azais, C.: Vers un capitalisme cognitif: entre mutations du travail et territoires. Paris, 2001. Ed. L’Harmattan.

El trabajo. Valor y sentido del trabajo. Santiago, 2007. Edit. Aun Creemos en los Sueños.

Hasse, R., Schneider, H., Weigelt, K.: Diccionario de Economía Social de Mercado. Munich, 2004. Konrad Adenauer Stiftung.

Marx, C.: El Capital. Crítica de la Economía Política. Vol. I. México, 1994. Fondo de Cultura Económica.

Marx, C.: Trabajo asalariado y capital. Versión digital en www.marxists.org

Marx, C.: Salario, precio y ganancia. Versión digital en www.marxists.org

Rojo Vivot, A.: La desocupación y el trabajo. Aspectos sociales. Buenos Aires, 2007. Editorial Tunken.

Sachs, J.: Economía para un planeta abarrotado. Buenos Aires, 2008. Ed. Sudamericana.

Stiglitz, J.: El malestar en la globalización. Barcelona, 2004. Ed. Taurus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario